El Museo de Zaragoza ha abierto al público una renovada sala 17, dedicada a explicar el cambio sustancial que se produce en todas las artes a partir de mediados del siglo XVIII, con la irrupción del pensamiento ilustrado y la creación de las academias. Este momento supone la ruptura con el modelo de aprendizaje gremial y la racionalización del gusto por parte de la élite ilustrada.
El nuevo espacio reúne más de sesenta piezas entre esculturas, pinturas, estampas, dibujos, monedas y libros, de las que casi la mitad se pueden contemplar por primera vez.
La sala conecta el espacio donde se muestra el barroco con las salas dedicadas Goya y su ambiente artístico. En Aragón, esta transición está protagonizada en sus inicios por dos instituciones –la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País (1776) y la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis (1792)– y por dos personajes –Juan Martín de Goicoechea y Ramón de Pignatelli–. Todos ellos están representados en este espacio renovado.
El discurso expositivo se articula a través de obras de arte que hablan del nuevo proceso de aprendizaje artístico llevado a cabo en las academias: copia de dibujos de artistas consagrados, de cartillas para aprender a dibujar, copia a partir de grabados que reproducen pinturas de los grandes maestros o directamente de pinturas tomadas como modelos para ejercitar el talento de los alumnos.
El visitante podrá encontrar dibujos de Pompeo Batoni, Francisco Bayeu, Maella y Salesa, así como estampas que reproducen obras de Rafael y Mengs, conjunto que se completa con un aguafuerte de Goya (1778) que versiona al Esopo de Veláquez. También se muestra un óleo representando el martirio de san Erasmo (1790), debido al pincel del valenciano José Vergara cuyo hijo lo regaló a la Academia de San Luis para que sirviera de modelo para ser copiado.
Un papel definitivo en la implantación de la nueva estética lo tuvieron los vaciados de yeso de obras maestras de la antigüedad clásica, de los que se muestran el Laocoonte y el Apolo Belvedere, dos magníficas piezas del siglo XVIII que adquirió Goicoechea para dotar a la escuela de dibujo que patrocinó en Zaragoza. Estas dos monumentales esculturas han sido restauradas en el Museo de Zaragoza para la ocasión.
El patronazgo de las academias por parte de la monarquía borbónica queda patente con la exhibición de estampas de Fernando VI con su familia y de Carlos III, cuya figura se refuerza con un delicado retrato a la acuarela sobre vitela y con uno de los siete libros repletos de ilustraciones de los descubrimientos que el monarca patrocinó en Herculano mientras fue rey de Nápoles.
Monedas de oro de ocho escudos y medallas con retratos de los borbones se exponen junto a piezas romanas de gran formato para patentizar el paralelismo entre los reyes ilustrados y los emperadores romanos.
Puesto que es imprescindible para este discurso, se ha restaurado la copia que Narciso Lalana hizo en 1821 del retrato de Ramón de Pignatelli y Moncayo, pintado por Goya para la Junta del Canal Imperial de Aragón y desaparecido durante la Guerra de la Independencia. Goya también está presente con el dibujo de la cabeza de ángel (1772) que transmite esa asimilación del lenguaje clásico que impregnó al genio aragonés. Acompaña a Goya el autorretrato de su cuñado Francisco Bayeu, en este caso tocado con un sombrero de ala ancha, una obra maestra de juventud.
Fotos: J.Garrido. Museo de Zaragoza.