Seguimos con una nueva entrega de la serie de comentarios sobre la iconografía de Goya que alberga el Museo de Zaragoza. Con estas líneas pretendemos dar a conocer aquellas piezas que nos muestran cómo vieron al pintor otros artistas cuya obras se guardan en nuestro museo. Hoy le toca el turno a una obra que no por ser de pequeño tamaño es menos interesante.
Se trata de una plaquita rectangular de bronce patinado, de 84x56x4 mm, mandada fundir por la Academia de San Fernando, dentro de los fastos programados en 1928 para conmemorar el primer centenario de la muerte del pintor. La pieza está dividida en dos partes, la mayor de ellas (ocupa las cuatro quintas partes de la superficie) contiene el busto de Francisco de Goya en bajorrelieve. La efigie está tomada con fidelidad el poderoso autorretrato que Goya grabó como portada definitiva de la serie de “Los Caprichos” (1798). Se le representa de perfil, vestido con levita y pañuelo al cuello y con sombrero de copa.
En la parte restante, al pie del busto, se ha colocado una inscripción en letras capitales que reza:
A GOYA
ACADEMICO DE SAN FERNANDO
EN SU PRIMER CENTENARIO-MADRID-ABRIL MCMXXVIII
SIENDO DIRECTOR DE LA REAL ACADEMIA
EL EXCMO. SEÑOR DON ALVARO DE FIGUEROA Y TORRES
CONDE DE ROMANONES
Bajo la figura y en diminuta letra cursiva, se lee la firma del autor, el escultor Miguel Blay a quien la Academia de San Fernando le encargó esta delicada obrita conmemorativa que debió de llegar hasta Zaragoza como obsequio protocolario a la Academia de San Luis.
Miguel Blay (Olot 1866- Madrid 1936) es un importante artista español a caballo entre dos siglos que tuvo un amplio éxito. Recibió una primera formación local que más tarde completaría en Italia y en Paris de la mano del escultor Henrì Chapu. Su obra es de corte naturalista con referencias modernistas y la realiza fundamentalmente en mármol y en bronce. En 1909 es nombrado Académico de San Fernando y en 1925 Director de la Academia Española de Bella Artes en Roma.
