La imagen de Goya en el Museo IV

Continuamos analizando aquellas obras plásticas, conservadas en el Museo de Zaragoza, en las que diversos autores han plasmado la imagen de Francisco de Goya con variados enfoques: como héroe genial digno de culto, como representante conspicuo de una identidad regional o simplemente como personaje imbuido en situaciones o escenas más o menos anecdóticas, donde su protagonismo viene dado por su propia personalidad no exenta de estereotipos. En este contexto traemos aquí dos obras debidas a sendos pintores aragoneses muy posteriores a Goya que son buena muestra de lo que acabamos de decir.

En primer lugar mostramos un cuadrito al óleo sobre cartón (24,5×18,5 cm) de Marcelino Unceta (1835-1905) pintado en 1904 en gama de grisalla que representa a “Goya pintado los frescos del Pilar”.  Unceta une aquí dos símbolos eternos y recurrentes de la ciudad de Zaragoza: Goya y el Pilar. El artista de Fuendetodos es la única figura del cuadro, el verdadero protagonista que se muestra alejado, de frente, casi posando. Está de pie subido a un andamio con paleta y pinceles. Goya va vestido “de calle” con un atuendo impropio de un momento de trabajo intenso, mira con semblante sonriente, apenas esbozado con unas manchas, alejado del tópico de un Goya reconcentrado y serio. Detrás, con pinceladas rápidas pero precisas, Unceta sugiere el fresco que se está ejecutando en ese momento y que recuerda a Regina Martirum. Toda la pintura da impresión de ser una instantánea fotográfica, efecto acentuado por la utilización del blanco, el negro y los grises como único cromatismo. Firmado “M de U”. Esta obra sirvió como portada del “Semanario del Pilar” del 11 de octubre de 1904

Goya pintado en el Pilar, por Unceta

 

Por orden cronológico presentamos ahora un óleo sobre tela del pintor albalatino Juan José Gárate (1870-1939) titulado “Goya y las Majas” (48×48 cm). Gárate fue un entregado devoto de Goya y buen conocedor de la trayectoria del genio. Por su propia inclinación personal, Gárate admiraba sobre todo la pintura costumbrista goyesca en la que se reflejan los tipos populares. Así en esta pintura, realizada por Gárate hacia 1929, hace un homenaje al gran pintor aragonés y rememora escenas típicamente goyescas, en especial las realizadas para los cartones para tapices, entre 1775 y 1792.

En este óleo, el autor se inspira sin recato en los cartones goyescos, de los que toma la temática, los tipos, la técnica y la luz. Especialmente elocuente en este sentido es el tratamiento que le da al gran árbol situado en segundo plano. Gárate representa una escena a la orilla de un río, de no pequeño cauce que recuerda más al Ebro que al Manzanares, en el que unas majas en primer plano charlan animadamente con Goya. Detrás una pareja de majo y maja asiste al encuentro animándolo con música de guitarra. En un plano aún más alejado dos mujeres están tendiendo.

Gárate imprime su sello personal en la representación pues dota a los personajes de mayor pintoresquismo, con variedad de escenas superpuestas  y los trajes no son tan castizos como los ideados por su predecesor. A Goya lo plasma en la primera madurez,  vestido elegantemente con levita, chistera y botas. Toda la obra denota una elaboración más folclórica y centrada en la anécdota. La atmósfera luminosa y los colores brillantes son notas dominantes de esta composición en la que Gárate rinde un recuerdo a Francisco de Goya.

Goya y las Majas, por Gárate

 

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