Muchas veces nos paramos a pensar en las razones que llevaron al artista a representar en su obra un motivo u otro, en la mayoría de las ocasiones no se trata de decisiones caprichosas, sino que responden a una idea preconcebida basada en el significado, más o menos cifrado, que a imágenes y colores se les ha dado a lo largo de los tiempos. Saber leer estas claves, terreno propio de la Iconología, nos da una insospechada información para comprender el mensaje del artista. Iniciamos hoy una serie dedicada a los motivos vegetales en las obras del Museo de Zaragoza, con la cual vamos a aprender a ver más allá de lo que vemos.
Entrando al patio del museo, andando hacia la derecha (hacia la puerta que da paso a la segunda planta), veremos un pequeño capitel tallado en roca caliza (33x35x17,5 cm). Es una pieza gótica (siglo XIV) de procedencia desconocida, en la que se representaron hojas de higuera (Ficus carica), muy reconocibles por su característica forma.
El motivo artístico de la hoja de higuera fue utilizado en Occidente desde la más remota antigüedad, casi tan frecuentemente como el de la hoja de vid. La principal razón es, obviamente, su presencia constante en las huertas y los beneficios de sus frutos. También se incorporaron muy pronto razones de simbología relacionadas con la tradición bíblica y pagana, pues en la literatura su mención es muy frecuente, casi siempre con cierta carga de
significado añadido por el contexto, así en la Biblia como en los textos clásicos griegos y latinos. Además, ciertos mitos colectivos especiales hicieron de la higuera un árbol con una gran fuerza evocadora. En general, se resaltan sus virtudes maternales en lo material y en lo espiritual: alimentación y revelación.
Ahora que celebramos la memoria de Caesar Augusto merece la pena recordar que en Roma, en la ladera occidental del monte Palatino, se hallaba la higuera llamada “Ficus Ruminalis”, bajo la cual, según la leyenda, la famosa loba había amamantado a Rómulo y Remo.
Javier Delgado