El Museo de Zaragoza, en su política de relaciones con otras instituciones museísticas, ha prestado de forma temporal a la conocida Pinacothèque de París, una de las obras de juventud de Goya: “La muerte de San Francisco Javier”, lienzo que formará parte de la próxima exposición programada “Francisco de Goya testigo de su tiempo”, a celebrar entre el 9 de octubre de 2013 y el 16 de marzo de 2014. Se trata de una muestra que tal y como indican sus organizadores, “presentará a un Goya inmerso en la época que le tocó vivir, momento histórico que inmortalizó en sus pinturas y grabados”.
“La muerte de San Francisco Javier», es un óleo sobre lienzo que junto con la “Virgen del Pilar”, propiedad también del Museo de Zaragoza, fueron realizados por Goya tras su regreso de su viaje a Italia, en torno a los años 1771- 1774. Ejecutadas para su familia materna de Fuendetodos, los Lucientes, fueron adquiridas por el Museo de Zaragoza a Doña Manuela Lucientes, descendiente del pintor, en 1926. Por interpretación iconográfica errónea, el lienzo fue titulado “La invención en Galicia del cadáver del Apóstol Santiago” tal y como figura en las Actas del Patronato del Museo de Zaragoza de 11 de abril de 1926.
Son imágenes amables, aptas para una devoción sencilla y cercana, ejecutadas para sus destinatarios, un culto privado que hace honor a la patrona de Zaragoza y a un santo cuyo nombre, Francisco, era habitual en la genealogía del pintor.
En el cuaderno italiano, libro de apuntes que sirvió a Goya en su viaje a Italia, se encuentran dos pequeños esbozos de ambas obras. Son notas de pequeños trazos que apuntan a la composición final, pero con ligeras variantes.
En la búsqueda de inspiración que el artista buscó para la realización de esta obra, hallamos un dibujo de Niccolo Bertuzzi, hoy en los fondos del Museo de Zaragoza, que el joven pintor tuvo ocasión de ver durante su formación en la Academia de Luzán en Zaragoza. Realizado hacia 1750, es una composición de dibujo rápido dentro de la sensibilidad rococó. En su obra, Goya introduce algunas modificaciones, como es la disposición del cuerpo del santo, que se encuentra un poco más elevado. En el dibujo de Bertuzzi se observa al fondo un galeón, que Goya sustituyó por un bergantín occidental y un junco chino. De las dos cabezas de angelotes que se veían en el dibujo original, Goya las interpretó magistralmente con la creación de dos cupidos de cuerpo entero.
La pintura representa a San Francisco Javier, misionero de la Compañía de Jesús en la India y en Japón, en el momento de su muerte acaecida en 1552, en la isla de Sancián frente a las costas de China.
La escena principal se desarrolla en el interior de una sencilla arquitectura, formada por un pequeño chamizo de madera y paja que cobija al santo. Coronándolo se disponen dos angelotes que lo acompañan en el momento de morir. El santo viste el hábito pardo de la orden jesuítica, en el que destaca la concha de peregrino con el atributo de un cangrejo que, según la leyenda rescató su crucifijo cuando a San Francisco se le cayó al mar.
La composición está resuelta con amplias manchas de color dentro de una equilibrada gama cromática a base de ocres sobre fondos azules y anaranjados. La luz cenital alta incide en las manos y rostro del santo, imprimiendo una gran espiritualidad, en un momento de tránsito. El tratamiento expresivo del rostro moribundo e implorante y la fuerza de sus manos de ejecución rápida y vigorosa, en las que quedan muy marcados los nudillos, nos anuncian un Goya posterior que enfatiza la expresión de los personajes.
La imagen radiográfica evidencia que estamos ante un lienzo reutilizado, apreciándose una composición subyacente de gran densidad. La composición originaria identifica el torso de una santa que podría corresponder con Santa Catalina de Alejandría, pues sostiene espada y palma martirial. Sobre esta tela, Goya aplicó una imprimación roja y encima realizaría la composición hoy visible, de forma rápida con pocos empastes y delgadas capas de pigmento.
