Un nuevo Goya en el Museo

Con motivo del Día Internacional de los Museos se ha presentado uno de los últimos depósitos que ha enriquecido los fondos del Museo de Zaragoza. Se trata, nada menos, que de una obra de Francisco de Goya. Es un óleo sobre lienzo, de 107 x 80 cms, titulado La aparición de la Virgen del Pilar a Santiago, realizado hacia 1775. Procede de la colección Rosillo de Madrid y ha pasado a exhibirse en las salas de exposición permanente dedicadas a Goya.

Esta obra además de su extraordinaria factura y gran formato, pertenece al inicio de una etapa significativa del autor que transcurre entre Madrid y Zaragoza (1775-1808) y de la cual nuestro museo dispone de dos piezas relevantes: el retrato de Luis María de Borbón y Vallabriga (1783) y otra de tema social: Escena de Escuela (1780-1785). La Aparición de la Virgen a Santiago completa la visión religiosa del Goya de esta época, satisface un vacío de conocimiento en nuestras colecciones y las enriquece con una obra de notable calidad artística,  que preludia las grandes realizaciones que el pintor dejará en su intervención en la cúpula Regina Martyrum del Pilar (1780-1781).

La aparición de la Virgen del Pilar a Santiago por Goya (c.1775)

El cuadro representa uno de los episodios de la tradición mariana acaecido el año 40, Santiago el Mayor y sus discípulos se encontraban en la ciudad de Caesar Augusta, cuando paseando a orillas del Ebro, escucharon voces de ángeles que cantaban “Ave Maria gratia plena”, anunciando la aparición de la Virgen sobre una columna.

La pintura desarrolla una composición que sigue un esquema triangular, presentando a un Santiago de grandes proporciones en un primer plano, arrodillado ante la Virgen. Porta un bastón de caminante en su mano derecha y en su hombro izquierdo muestra las veneras de peregrino. La escena queda enmarcada por unos árboles en segundo plano, únicos elementos que proporcionan perspectiva. Es una composición que sigue los esquemas de diagonales heredados del barroco y queda definida por el cuerpo del apóstol Santiago, en una forzada postura que se remarca por el fuerte plegado de paños de su indumentaria. Sin embargo, muestra elementos técnicamente más avanzados, como el color y la definición de posturas y rostros. El cromatismo, a base de tonalidades más vivas y luminosas, recuerda al utilizado por Goya para uno de los altares de la iglesia de San Francisco el Grande: La predicación de san Bernardino de Siena (1781-1783).

Detalle de los ropajes

Aunque el cuadro no está firmado, los historiadores citados a continuación coinciden en que su autoría es indiscutible. El primero que lo dió a conocer fue el Marqués de Lozoya en 1951, seguido de José Gudiol (1970), Pierre Gassier y Juliette Wilson (1970), a los que se añadieron José Camón Aznar (1980) y poco tiempo después Morales y Marín. En 2013 la obra ha participado en la exposición realizada en el Palacio Real de Madrid, Goya y el infante don Luis el exilio y el reino.

La presencia de la Virgen del Pilar en la producción artística de Francisco de Goya, está atestiguada desde los primeros momentos de su carrera. Ya encontramos esta iconografía en el Armario de las reliquias de Fuendetodos 1762-63, en la que y por su temprana ejecución se observan similitudes entre la figura de Santiago, con formas que derivan de las que pintó Gonzalez Velázquez en la cúpula de la Santa Capilla del Pilar.

Otros ejemplos realizados por Goya son: La Aparición de la Virgen del Pilar a Santiago, 1768-69, de la colección zaragozana Pasqual de Quinto; el pequeño dibujo a lápiz de una de las páginas del Cuaderno italiano, que muy posiblemente sirvió de inspiración al cuadro de la Virgen del Pilar (1771-74) del Museo de Zaragoza; el desaparecido lienzo de La Venida de la Virgen del Pilar a Zaragoza, 1782-83, de la parroquial de Urrea de Gaén (del que se conserva el boceto y el dibujo preparatorio) o la pintura del mismo tema de la colección Muñoz de Barcelona. Todas ellas representan una misma temática con ligeras variantes y con estilemas representativos de su propia evolución pictórica.

La Virgen del Pilar por Goya (1771-74)

 

Entre esta obra y las mencionadas anteriormente, existen grandes diferencias compositivas y estilísticas. La pintura que nos ocupa presenta figuras de expresiones más grandilocuentes, tamaños mayores y rostros más estudiados, hasta el propio rostro de la Virgen, tan pequeño y menudo muestra una fisonomía detallada y definida que contrasta con las formas mas abocetadas de María en obras anteriores.

Los estudios citados proponen un abanico cronológico que oscila entre los años 1772 a 1782. Diez años, en los que transcurren acontecimientos decisivos en la vida del pintor; el regreso de su viaje a Italia y sus encargos zaragozanos, sus viajes a Madrid, su introducción en la pintura de corte madrileña y sus traslados a su ciudad, donde acomete la decoración de la Basílica del Pilar.

Por las características técnicas y estilísticas citadas anteriormente y sin datos documentales que precisen la fecha exacta de su ejecución, podemos concluir que muy posiblemente la obra que nos ocupa estaría relacionada con uno de sus viajes a Zaragoza, para la realización de las pinturas de los techos de la Basílica del Pilar de Zaragoza. Recordemos que la Adoración del nombre de Dios por los ángeles o La Gloria, bóveda del coreto de la basílica del Pilar de Zaragoza, es de 1772. Mientras el fresco Regina Martirum lo pintó entre los años 1780-81.

La técnica más depurada de su composición, el cromatismo y la solución para los personajes, nos acercan a las producciones de sus cartones para la Real Fábrica de tapices que comenzó a ejecutar hacia 1775. El tratamiento de las expresiones, ya comentado anteriormente, que dota a los personajes de temor y aturdimiento por la escena vivida, nos apuntan a un Goya más vivido, con una visión del mundo (como dice el Marqués de Lozoya) impregnada de patetismo y de gravedad. Atendiendo a lo anteriormente expuesto, muy posiblemente, la realización de esta pieza estaría entre los años 1775 y 1780.

Estamos ante un excelente ejemplo de pintura religiosa, realizada cuando Goya es un pintor que ha pasado los primeros años de aprendizaje y va buscando una identidad que le distancie de las fórmulas heredadas del viejo academicismo. En esta pieza se aleja de la pequeña pintura devocional de encargo a la que Goya que estaba acostumbrado. La obra propone una temática sencilla, sin grandes complicaciones, en la que ya introduce elementos alejados de las iconografías tradicionales como es el joven vestido de época.

Detalle del joven vestido a la moda

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