Viaje al Lejano Este

Continuamos con nuestra particular ronda de diferentes propuestas para disfrutar de las vacaciones de verano a través de las colecciones del Museo de Zaragoza. Si la semana pasada viajábamos “al pueblo”, hoy proponemos un viaje diametralmente opuesto. De lo conocido y cercano pasamos a lo exótico y lejano. ¿Estáis listos para viajar hacia lugares como el País del Centro y el País del Sol Naciente?

Exótico y lejano son adjetivos que inmediatamente aparecen asociados a países como China y Japón en nuestro imaginario colectivo. También la idea de que los contactos entre Oriente y Occidente son un fenómeno relativamente reciente aparece fuertemente anclada en nuestra psique. Nada más lejos de la realidad. Si bien es cierto que el desarrollo de los medios de transporte y las nuevas tecnologías han acortado la distancia cultural y geográfica respecto a estos países, los contactos entre ambos mundos han sido frecuentes a lo largo de la historia.

Y, para muestra, un botón. O, mejor dicho, un celadón. Bueno, para ser más exactos, dos fragmentos de celadón de tipo yaozhou que fueron encontrados durante unas excavaciones arqueológicas en el zaragozano palacio de la Aljafería. Datado hacia la segunda mitad del siglo XI, el celadón presenta una decoración realizada a molde con finos motivos de flores de loto y roleos de hojas que evidencia la importación de cerámicas y sedas de China, generalmente a través de Egipto, y nos hablan del lujo y el refinado gusto de la reyes hudíes de la taifa de Zaragoza.

Fragmentos de celadón chino de tipo yaozhou encontrados en la Aljafería. Foto: J.Garrido

Pero avancemos un poquito en el tiempo. Concretamente, hasta 1549, año en el que San Francisco Javier llega a Japón dispuesto a repetir su acción evangelizadora como ya había llevado a cabo en lugares como India, Ceilán y Malaca, y que le granjearon el sobrenombre de “Apóstol de las Indias”. En 1552 el santo abandonará el archipiélago nipón para continuar su labor evangelizadora en China. Lamentablemente, falleció en la isla de Sangchuan, frente a la costa sur china. En ese preciso momento lo representó otro Francisco, esta vez de Goya y Lucientes, en una obra de juventud realizada entre 1771 y 1774, que nos presenta, al fondo y un discreto segundo plano, un paisaje oceánico en el que observamos una nao portuguesa y un junco oriental. De nuevo Oriente y Occidente, unidos por la imaginación del pintor aragonés.

Muerte de San Francisco Javier, Francisco de Goya y Lucientes (1771-74). Foto: J.Garrido

Y desde China demos un salto en el tiempo y el espacio hasta el Japón del período Edo (1603-1868) a través de las piezas que podéis disfrutar dentro de la exposición temporal: Hiroshige y su época.

El amor a la naturaleza forma parte de la idiosincrasia del pueblo nipón, quien se siente fuertemente integrado en ella y presenta una especial sensibilidad hacia su belleza. La naturaleza es el tema principal del arte japonés, como bien se puede comprobar al recorrer las salas del museo: sus piezas nos invitan a soñar con viajar a sus diversos y espectaculares paisajes, conocer a sus gentes y deleitarse con la belleza del paso de sus estaciones.

Cada estación tiene sus temas y motivos decorativos preferidos, siempre relacionados con el mundo natural, y en esta ocasión queremos detenernos en aquellos que caracterizan y hablan del período estival en el que nos encontramos: la flor de iris, la peonía y la paulonia.

La flor de iris o lirio se vincula al verano porque su floración se produce principalmente en el mes de junio. Sus hojas recuerdan a las espadas, y unido a la forma de su capullo, hacen del lirio el símbolo de la masculinidad en Japón asociándolo a ideas como la fertilidad, el vigor, la lealtad y el heroísmo. Desde el período Heian (794-1185) ha sido un tema recurrente en la literatura, la poesía y el arte.

El museo cuenta con numerosas piezas con el iris como protagonista principal, pero hoy queremos detenernos en la estampa “Iris en Horikiri” (1864) perteneciente a la serie Treinta y seis ejemplos del orgullo de Edo, realizada por Utagawa Kunisada (1786-1865) y Utagawa Hiroshige II (1826-1869), este último discípulo de Andō Hiroshige (1797-1858) y que, como él, destacó por sus paisajes urbanos de lugares célebres de la ciudad de Edo (actual Tokio) en los que supo plasmar los ritmos y cambios que se sucedían a lo largo de las estaciones del año.  La estampa nos muestra el jardín de Horikiri, situado a las afueras de la capital, famoso por sus flores de iris que, en sus diferentes variedades, allí se cultivaban y que invitaban a los habitantes de la ciudad a pasear entre ellos en su época de mayor esplendor, el verano. Así, este grabado nos recoge, tal y como señala el profesor David Almazán, dos de los aspectos de  los que los habitantes de Edo se sentían más orgullosos: la belleza de sus mujeres y de sus flores.

Estampa “Iris en Horikiri” (1864) de la serie Treinta y seis ejemplos del orgullo de Edo, Utagawa Kunisada y Utagawa Hiroshige II. Foto: J.Garrido

El segundo motivo floral por excelencia del verano, la peonía, también se encuentra representado en la colección de arte oriental a través de piezas como este cuenco con tapa de la segunda mitad del siglo XVII o comienzos del XVIII. Realizados en madera, presentan una fina decoración de laca japonesa urushi decorada mediante a técnica nashiji que consiste en espolvorear finos granos de oro hasta cubrir por completo la superficie otorgándole un delicado aspecto moteado. Sobre este fondo, y realizados mediante la técnica maki-e, consistente en espolvorear polvo de oro hasta crear una superficie completamente cubierta por el mismo, presenta una delicada decoración de hojas y flores de peonía. Este cuenco con tapa debió pertenecer a una importante familia del período Edo que podía permitirse el lujo de encargar este tipo de piezas al taller de los Kōami, taller oficial de la familia Tokugawa, quienes detentaban el poder político en aquel momento. Y todo ese lujo para presentar en la mesa algo tan humilde como el arroz hervido, función para la que estaba destinado este cuenco.

Cuenco con tapa de madera tratada con laca japonesa urushi. Foto: J.Garrido

La paulonia es otro de los motivos florales característicos del verano. La encontramos representada en esta caja jinbako de finales del siglo XVIII o primera mitad del XIX. Realizada en madera, su superficie ha sido tratada con capas de laca japonesa urushi de color negro pero ha sido enteramente recubierta por un denso moteado de pequeños granos de oro realizado mediante la técnica nashiji. Sobre este fondo se superpone una decoración, realizada mediante la técnica maki-e, de fresillas silvestres, hojas y flores de paulonia, todos ellos símbolos de la temporada estival en la que nos encontramos.

Jinbako lacado con motivos de paulonias y fresillas salvajes. Foto: J.Garrido

Queremos terminar nuestro viaje al Lejano Este con algo tan propio de estos días estivales como el canto de grillos y cigarras, los helados o el olor a salitre del mar: las tormentas de verano. Y nada mejor para hacerlo que a través de la magnífica estampa de Andō Hiroshige “Lluvia sobre el gran puente de Atake” perteneciente a la serie Cien vistas famosas de Edo (1856-1859).

Estampa "Lluvia sobre el gran puente de Atake", de la serie Cien vistas famosas de Edo (1856-59). Foto: J.Garrido

Esta obra de plena madurez nos muestra una escena que a todos nos es familiar: ¿quién no ha sido sorprendido en la calle por una vespertina tormenta de verano? Los viandantes aceleran el paso para cruzar el gran puente sobre el río Sumida, en Edo, mientras tratan de protegerse de la lluvia como pueden con paraguas, capas de paja y sombreros apuntados. La estampa resulta magistral por la equilibrada y dinámica composición, el cuidado colorido, la perfección técnica que demuestra, especialmente a la hora de recrear en efecto de la lluvia que cae, y sobre todo, por la capacidad para captar la atmósfera de tormenta mediante los efectos de degradado que se consiguen con un estudiado entintado de las planchas de madera hasta casi hacernos sentir el frescor y el olor a lluvia.

Aquí terminamos nuestro viaje, no sin antes recordaros que podéis disfrutar del mismo siempre que queráis a través de las piezas de la exposición Hiroshige y su época.

 

MdZ.

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