Evocando los espacios naturales y rurales desde el Museo de Zaragoza

Una semana más continuamos con nuestra ronda veraniega de propuestas vacacionales. En esta ocasión vamos a disfrutar de la naturaleza, desde los paisajes apenas afectados por el ser humano a aquellos que han sido adaptados para las más diversas funciones sin perder el encanto de la naturaleza.

Comenzamos este paseo veraniego por la naturaleza por un espacio tan maravilloso como el Monasterio de Piedra. Carlos de Haes nos traslada a este espacio natural de contrastes a través de varias de sus obras. El paisaje de este extraordinario entorno, el lugar que más veces frecuentó Haes en sus recorridos por la geografía española invitado por su amigo Federico Muntadas –dueño de los terrenos-, muestran un contraste de agua y vegetación exuberante que nos describe un cuadro como “Paisaje de bosque y río”, en medio de una región áspera y rocosa de calizas y arcillas perfectamente reflejada en un cuadro como “Rocas de vivos colores de las altas crestas que dominan el Monasterio de Piedra”. Tal era el encantamiento y la atracción que ejercían aquellos parajes en Haes que se conserva una despedida poética que dedicó a los mismos:

“…Adiós, magestuosa, salvaje y misteriosa y/ fantástica gruta!!/. Buenos, cariñosos y queridos amigos ¡adiós!/ permita el cielo que siempre que el viento/ hinche mi vela/ venga á abordar a tan delicioso y /hospitalario puerto” (sic.) Carlos de Haes, 1864.

Rocas del Monasterio de Piedra. Carlos Haes (Foto: J. Garrido)

Damos un pequeño salto atrás en el tiempo y pasamos de la naturaleza disfrutada por el hombre a la naturaleza disputada y domeñada. Los paisajes cambian y se modifican en función de las necesidades de los habitantes de la zona. Poco a poco la naturaleza se domestica y una de las primeras modificaciones del paisaje, que el ser humano tiene la necesidad de realizar, es la desviación de los cursos de agua para el riego de sus tierras. Sin alejarnos en demasía de la ciudad podemos disfrutar de los paisajes rurales adyacentes como el de Utebo, parte de cuyos regadíos reciben el agua de la acequia de la Almozara o del Jalón, que atraviesa la población y que trae aguas desde el río Jalón hasta la ciudad de Zaragoza, regando los terrenos de la margen derecha del Ebro, y cuyo origen se cree que está en el conflicto hidráulico entre los vascones Alavonenses de Alagón y los íberos Saluienses de Salduie (Zaragoza) descrito en el bronce encontrado en Contrebia Bellaisca (Botorrita).

Bronce encontrado en Contrebia Bellaisca (Botorrita) (Foto: J. Garrido)

Para finalizar este paseo veraniego por la naturaleza, acabamos en un espacio plenamente explotado por el hombre sin perder el respeto al sentido natural de las cosas. Nos trasladamos a la Villa Fortunatus en Fraga, Huesca, un espacio que merece la pena visitar y del que sólo nos han llegado restos de la zona de vivienda pero que en realidad era todo un centro agrícola y ganadero autosuficiente, una villa de grandes proporciones diseñada para la explotación racional y precisa del territorio en el que se asentaba, para lo que utilizaban todos los medios que fueran necesarios. Allí se localizaron una serie de emblemas de mosaico representando los distintos meses del año. El emblema correspondiente al mes de agosto se puede ver en el Museo de Zaragoza y está representado por un León que nos recuerda el signo zodiacal que domina el mes, Leo, y unas frambuesas, típico fruto de esta época del año en los países mediterráneos. Los paisajes que nos evoca la Villa Fortunatus a través de sus estancias y mosaicos están directamente relacionados con el ciclo de la vida y la necesidad de vivir en armonía con la naturaleza para que ésta proporcione todo aquello que nos resulte necesario para subsistir.

Agosto - Calendario Agrícola (Foto: J. Garrido)

Así terminamos hoy este recorrido por espacios naturales, que esperamos os esté dando ideas para disfrutar de estos fines de semana y vacaciones estivales.

MdZ

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